Autores:
Aldana. María
Chavarro,
Abraham
El ingreso de las mujeres como los
hombres al trabajo productivo ha sido desde los inicios, la idea de dividir a
la mujer del trabajo del hombre nace por el modo de organización social de la
producción en etapas de la historia.
Según Acevedo, (2002). Ciertas
formas de producción parecen haber sido asignadas particularmente a las mujeres
y otras al hombre, tal como se infiere del estudio de los mitos sobre el origen
de la sociedad andina venezolana.
En
todo el período colonial-esclavista, las mujeres esclavas realizaban trabajos
agrícolas y de servicios domésticos en haciendas y viviendas urbanas; además de
tener la importante función de reproducir la fuerza de trabajo esclava, eran
asignadas al trabajo en las plantaciones de cacao, al igual que los hombres,
tal como lo señala García (1996). “En el
sistema esclavista a la mujer africana convertida en esclava le asignaron dos
papeles básicos: uno como herramienta de trabajo en las haciendas y
plantaciones y dos, como instrumento de reproducción de nuevos esclavos”
Una
de las formas de expresión de las relaciones sociales de género es la división
sexual del trabajo que asigna tareas y responsabilidades del trabajo a la
persona por pertenecer a un determinado sexo.
Según Cagatay (1995) el género se constituye en la ideología y se
reproduce en las prácticas materiales; no obstantes, podríamos afirmar, más
bien, que el género se constituye y se reproduce tanto en la ideología como en
las prácticas sociales y que podemos encontrar diferencias entre la ideología
dominante de género y las prácticas sociales en una sociedad dada. Por
ejemplo, en la ideología de género, la discriminación por género atribuye el trabajo productivo a los hombres,
predominantemente y el trabajo reproductivo a las mujeres, sin embargo, en las
prácticas sociales hemos constatado una participación intensa de las mujeres al
trabajo productivo.
En
los últimos años hemos observado un traslado de fuerza de trabajo femenina a
sectores de mayor inestabilidad laboral, como lo es el sector informal, las
contrataciones temporales, el trabajo a domicilio y el trabajo a tiempo
parcial. Los empleos que se derivan en estos sectores son mal remunerados, en
condiciones de trabajo más riesgosas y son limitadamente incluidos en las
políticas de seguridad social.
Las estadísticas revelan un
crecimiento progresivo en la participación porcentual de las mujeres en la
fuerza de trabajo, pasando de 17,8% en 1950 a 36,6% en el año 2000 (Cuadro Nº
1) Igualmente, se observa un aumento en la tasa de actividad económica de las
mujeres de 19,8 puntos porcentuales en los últimos trece años (de 35,6% a 55,2%
entre 1990 y 2003), mientras que la tasa de actividad económica en los hombres
se ha mantenido relativamente constante, creciendo 1,8% en el mismo período
(Cuadro Nº 2).
Si
bien es cierto, que esta experiencia exitosa de empoderamiento en mujeres no es
generalizable, no es menos cierto, que en un momento dado, puedan responder a
los intereses de las mujeres en sus comunidades, logrando movilizaciones que
les ayude a superar los problemas, necesidades o inquietudes.
A
continuación algunas reflexiones que contribuirán en la construcción de este
conocimiento:
Tomar en
consideración al grupo familiar durante todo el proceso, ya que, el apoyo de
los miembros representa estabilidad y motivación para la mujer. Asimismo, debe
hacerse énfasis en la incorporación de la pareja y los hijos en las labores
domésticas.
Sensibilización
de los miembros de la comunidad para la disminución de comentarios que
descalifiquen la actuación de las mujeres durante su labor como gestoras
comunales, haciendo énfasis en el derecho al ejercicio de la ciudadanía y la
justicia.
Creación de
redes sólidas, dentro de la comunidad, para incrementar la acción colectiva
basándose en la tolerancia y el sentido de pertenencia.
Las
Instituciones gubernamentales deben asumir una política de participación activa
y construir junto con los miembros de la comunidad escenarios en los que se
evidencie la participación de las comunidades en lo referente a la
planificación de estrategias que mejoren las condiciones de vida y la toma de
decisiones.
Incrementar
el dialogo con las autoridades regionales y los organismos de seguridad del
estado para sincerar la política de seguridad ciudadana.
Apoyar la
participación de las mujeres en la actividad político partidista ya que
representan espacios donde se adquieren habilidades y destrezas para
relacionarse con los gobiernos locales, obtener los recursos disponibles y
devengar los beneficios que nos corresponden como ciudadanos (as).
Proporcionar
orientación continua al equipo de salud o funcionarios de cualquiera de las
Instituciones Públicas sobre los procesos de participación, claros y
transparentes, tal como, están establecidos en la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, la ley de los Consejos Comunales y las directrices
del Ministerio de Salud.
Bibliografía
consultada:
ACEVEDO, Doris (2002, a) El trabajo y la salud laboral
de las mujeres en
Venezuela. Una visión de género. Ediciones de la
Universidad de Carabobo.
Venezuela.
CAGATAY
Nilüfer, ELSON Diane y GROWN Caren (1995) Conceptual Examinations
of Gender and
Macroeconomics. Introduction. World Development. Vol 23.
Nº 11. Gran Bretaña. 1827-1836
INE (2002,
b). Anuario Estadístico de Venezuela. 2000. Caracas, Venezuela.
GARCÍA, Jesús (1996) Africanas, Esclavas y Cimarronas.
Fundación Afroamérica.
Caracas.
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